Miles de personas
despidieron a Néstor Kirchner
El día que miles de
jóvenes se acercaron a la política
Por: Noelia Megías.
El 27 de Octubre de 2010 era el día del Censo Nacional,
teniendo en cuenta que había que quedarse en casa, así lo hice con mi familia,
salvo mi padre, que ofició de censista hasta iniciada la tarde.
Me desperté con una de las noticias más chocantes y tristes
que me han tocado enfrentar. La muerte de mi líder político, la muerte de quien
me había permitido concebir a la política como herramienta transformadora de la
realidad.
Tanto en casa, como con mis compañeros, no podíamos
imaginarnos el después. Nos juntamos en
el local a medida que los censos terminaron en cada uno de nuestros hogares. El
día estaba nublado, diría que el cielo acompañó mi tristeza.
La convocatoria continúo en el Monumento a la Bandera, nos
encontramos los militantes de diversas agrupaciones y otros tantos que no lo
eran, pero que sintieron y lamentaron la pérdida de Néstor. Entre lágrimas y
cánticos, arreglé con los dirigentes para viajar al velatorio en el Salón de
los Patriotas Latinoamericanos, en Capital Federal.
Volví a mi casa, preparé mi mochila con las cosas del viaje
y me fui a dormir.
Al día siguiente, 28 de Octubre, llegué a la Plaza
Montenegro a las 7 de la mañana, algunos compañeros tardaron apenas un rato más
en llegar, pero partimos hacia Buenos Aires.
A la 1 de la tarde, llegamos y concentramos con la columna
nacional del Movimiento Evita. Caminamos unas cinco cuadras hasta el Obelisco y
ahí, la JP Evita Rosario se separó en pequeños grupos, empezamos a hacer fila.
Había hombres y mujeres de todas las edades, algunos
lloraban, otros cantaban y saltaban, vestidos de empleados públicos, con ropa
más humilde y yo, con mi remera de la JP. A medida que avanzaba la fila era
inminente la tristeza y los gritos. Las cámaras de televisión, los diarios, los
trabajadores de prensa, por todas partes, preguntando a los asistentes cómo se
sentían y porqué se habían acercado. También otra de las cosas que observé eran
la cantidad de pasacalles de particulares, con agradecimientos, pésames y envío
de fuerzas a la Presidenta Cristina Fernández.
Pasaron unas 4 horas y media hasta que nos acercamos al gran
portón, frente a la Casa Rosada, donde por cuestiones de seguridad, se hacía un
embudo, entre portones, vallas y gente.
Banderas enormes verdes con letras blanca, fue la última distinción que
vi antes de que se me bloqueara la cabeza, una bandera de KolinA, la agrupación
liderada por Alicia Kirchner, la Ministra de Desarrollo Social de la Nación.
Nos hicieron pasar de a uno y armar otra cola, ya dentro del
predio de la Casa de Gobierno, entre coronas, flores, carteles, cartas y
pañuelitos, se hicieron las 6 de la tarde, llegaron los gendarmes y arriaron la
bandera, quedó a media asta. Una escena tan verdadera como inolvidable, me
invadió la emoción y no hice más que llorar. A los pocos minutos me recibió un
compañero de la Unidad Bicentenario quien dijo “vos y tus compañeros tienen que
seguir militando, así lo hubiera querido él, dejen todo para darle fuerzas a
ella (la Presidenta)”.
Entrando en la capilla ardiente, ahí vi el cajón, a
Cristina, Anibal Fernández y alguna de las Abuelas de Plaza de Mayo. Grité con
toda mi fuerza: “Viva Néstor, fuerza Cristina” y seguí caminando. Al minuto se
me acerca una mujer de remera violeta, preguntándome si quería agua. Ya en la
puerta de salida, sin parar de llorar, me abrazó una anciana, que después vi
que tenía un pañuelo blanco en la cabeza y me aseguró: “todo va a estar bien,
quédate tranquila, nena, lloralo… después vas a ver”.
El tiempo ahí dentro pareció una eternidad. Cuando al fin
salí de la Casa Rosada, sin dejar de estar triste y emocionada. Caminé con dos
compañeros más por la 9 de Julio, y nos quedamos sentados en la vereda hasta
que nos fuimos juntando todos, para viajar de vuelta a Rosario.
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