22 agosto 2012

Trabajo para el taller de investigación II - Crónica en primera persona.


Miles de personas despidieron a Néstor Kirchner
El día que miles de jóvenes se acercaron a la política
Por: Noelia Megías.
El 27 de Octubre de 2010 era el día del Censo Nacional, teniendo en cuenta que había que quedarse en casa, así lo hice con mi familia, salvo mi padre, que ofició de censista hasta iniciada la tarde.
Me desperté con una de las noticias más chocantes y tristes que me han tocado enfrentar. La muerte de mi líder político, la muerte de quien me había permitido concebir a la política como herramienta transformadora de la realidad.
Tanto en casa, como con mis compañeros, no podíamos imaginarnos el después.  Nos juntamos en el local a medida que los censos terminaron en cada uno de nuestros hogares. El día estaba nublado, diría que el cielo acompañó mi tristeza.
La convocatoria continúo en el Monumento a la Bandera, nos encontramos los militantes de diversas agrupaciones y otros tantos que no lo eran, pero que sintieron y lamentaron la pérdida de Néstor. Entre lágrimas y cánticos, arreglé con los dirigentes para viajar al velatorio en el Salón de los Patriotas Latinoamericanos, en Capital Federal.
Volví a mi casa, preparé mi mochila con las cosas del viaje y me fui a dormir.
Al día siguiente, 28 de Octubre, llegué a la Plaza Montenegro a las 7 de la mañana, algunos compañeros tardaron apenas un rato más en llegar, pero partimos hacia Buenos Aires.
A la 1 de la tarde, llegamos y concentramos con la columna nacional del Movimiento Evita. Caminamos unas cinco cuadras hasta el Obelisco y ahí, la JP Evita Rosario se separó en pequeños grupos, empezamos a hacer fila.
Había hombres y mujeres de todas las edades, algunos lloraban, otros cantaban y saltaban, vestidos de empleados públicos, con ropa más humilde y yo, con mi remera de la JP. A medida que avanzaba la fila era inminente la tristeza y los gritos. Las cámaras de televisión, los diarios, los trabajadores de prensa, por todas partes, preguntando a los asistentes cómo se sentían y porqué se habían acercado. También otra de las cosas que observé eran la cantidad de pasacalles de particulares, con agradecimientos, pésames y envío de fuerzas a la Presidenta Cristina Fernández.
Pasaron unas 4 horas y media hasta que nos acercamos al gran portón, frente a la Casa Rosada, donde por cuestiones de seguridad, se hacía un embudo, entre portones, vallas y gente.  Banderas enormes verdes con letras blanca, fue la última distinción que vi antes de que se me bloqueara la cabeza, una bandera de KolinA, la agrupación liderada por Alicia Kirchner, la Ministra de Desarrollo Social de la Nación.
Nos hicieron pasar de a uno y armar otra cola, ya dentro del predio de la Casa de Gobierno, entre coronas, flores, carteles, cartas y pañuelitos, se hicieron las 6 de la tarde, llegaron los gendarmes y arriaron la bandera, quedó a media asta. Una escena tan verdadera como inolvidable, me invadió la emoción y no hice más que llorar. A los pocos minutos me recibió un compañero de la Unidad Bicentenario quien dijo “vos y tus compañeros tienen que seguir militando, así lo hubiera querido él, dejen todo para darle fuerzas a ella (la Presidenta)”.
Entrando en la capilla ardiente, ahí vi el cajón, a Cristina, Anibal Fernández y alguna de las Abuelas de Plaza de Mayo. Grité con toda mi fuerza: “Viva Néstor, fuerza Cristina” y seguí caminando. Al minuto se me acerca una mujer de remera violeta, preguntándome si quería agua. Ya en la puerta de salida, sin parar de llorar, me abrazó una anciana, que después vi que tenía un pañuelo blanco en la cabeza y me aseguró: “todo va a estar bien, quédate tranquila, nena, lloralo… después vas a ver”.
El tiempo ahí dentro pareció una eternidad. Cuando al fin salí de la Casa Rosada, sin dejar de estar triste y emocionada. Caminé con dos compañeros más por la 9 de Julio, y nos quedamos sentados en la vereda hasta que nos fuimos juntando todos, para viajar de vuelta a Rosario.